viernes, 4 de mayo de 2018

Papá, escápate un ratito del cielo y ven a abrazarme – Reflexión


Hola Papá

Si, lo sé, qué te has ido y que yo estoy hablando a solas. Pero yo siento tu presencia muy clara y aun así veo tú cara sonriéndome.



Hace eco en mi mente la manera en que me llamabas… Y me acuerdo de ti, desde siempre, desde la infancia:

Yo estaba sentado en una silla, era domingo, había un rico almuerzo preparado por mamá.

El domingo el plato de espagueti era sagrado, y yo bebé que no llegaba a sentarme normalmente, tenía que estar sentado de rodillas, y así podía utilizar los cubiertos y succionar los largos filamentos de color rojo para la salsa.

Y me acuerdo de ti…

Las veces que me pedías acompañarte al trabajo los domingos, cuando yo pensaba que el domingo era un día de celebración y descanso, sin pensar que éramos 6 hijos y que trabajabas solo tú.

Vámonos, decías, y es como una penitencia para mí ir contigo y sentarme en una silla, verte mientras tú desempeñabas tu rutina.

Y yo no entendía…
Yo no entendía que tú me mantenías cerca de ti, y yo no entendía porque tú me querías a tu lado.

Y yo no entendía… Qué esa era tu forma de decirme que me querías

Pasaron los años…

Me hacía cada vez más independiente y me alejaba siempre más de ti
Y tu siempre buscabas agarrarme sin suerte
Y yo no entendía…

Los años pasaron, años llenos de aventuras, juegos y risas con los amigos, siempre listos en el aprendizaje de la vida.

Pero tú te alejabas siempre más.

¿Deberé aprender a entender? ¿Aprenderé a entender
¿Aprenderemos a entender?

¿A entender cuánto nos quieren nuestros papás en todas las maneras y expresiones que puedan ellos usar para decírtelo?

Y me acuerdo de ti…

Cuando te hablé de mi primera novia y sonreíste.

De cuando un día te dije que había terminado con ella y que te mantuviste serio y pensativo.

Y me acuerdo de ti en la cama del hospital pasando la noche a tu lado porque te operaban al día siguiente.
Y esa noche la hicimos día y platicamos, hablamos como dos amigos, dos personas necesitadas de comunicarse y de entenderse.

Y vuelan los pensamientos sobre los tantos años pasados y los recuerdos resurgen.

Me acuerdo cuando me llamaron del trabajo.
Mi mamá me dijo que habías tenido un infarto.
Con un nudo en la garganta le pedí permiso a mi jefe y cogí el primer tren y llegué para a estar a tu lado, otra vez sentado en una silla, y esta vez era yo que te estaba buscando, pero tu no me veías, luchabas inconsciente para permanecer vivo y te aferrabas a este mundo, a tu familia. Afortunadamente, eras un luchador y tuviste éxito.

Me acuerdo papá de tus vacíos de memoria y de la dificultad para recordar a tu familia.
Y yo para buscarte te platicaba de tiempos pasados, cuando eras más joven.
Historias que tú me habías dicho de ti y de allá en el pasado, te jalaba hacia el ahora recordándote que te habías casado, que tenias hijos y desde allí te regresaba a los tiempos de hoy. A veces funcionaba, otras veces no.

Porque aún así nos hacíamos un montón de risas, porque te recordaba las cosas que me decías acerca de tu infancia.

Era verano y pasamos las vacaciones en familia para estar cerca de ti.
Y recuerdo que un poco antes de despedirnos para volver al trabajo
nos preguntaste si nos encontraríamos para Navidad.
Ahora tengo un nudo en la garganta recordándome lo que te conteste: sí
¡Claro que sí!
Hubiéramos pasado una hermosa Navidad.

Me acuerdo Papá al recibir en octubre una llamada telefónica de mi hermana, Franca.
Como no tengo que recordar:
“Diego, Papá ha tenido otro ataque al corazón”.
Ahora mis lágrimas caen y mi visión se vuelve borrosa.
Te visitamos en el hospital, pero ya no reconocías a nadie. Tu cuerpo estaba con nosotros, pero quien sabe en cuales laberintos estaba vagando tu mente.

Me acordé de muchas cosas papá, mientras que la ambulancia te regresaba a la casa para el último saludo con los familiares y tomé tu mano fría tratando en vano de restablecer un contacto contigo.
Si Papá, me acuerdo de muchas cosas. Pero no me acuerdo de una sola. Y esto no me deja en paz y mi alma esta adolorida:
No recuerdo si alguna vez te dije que te quiero.
Hola papá, descansa, te quiero mucho ¿sabes?
Si grito, ¿desde dónde estás me escucharás?
Siempre estás en mi mente y siempre serás mi compañero de viaje por el tiempo que me quedará por vivir.
Ven papá, ¡acompáñame!