“Madre mía, mira el dolor de tus hijos.
Guarda a los más pobres, quienes con fatiga intentan construirse un futuro y un hecho
como este les destruye la esperanza.
Sostén a tu Iglesia, a nuestros pastores para que asuman el liderazgo espiritual y moral que les compete con palabras hondas y acciones fuertes que devuelvan a nuestro pueblo motivos para seguir esperando en Dios y confiando en sus mejores energías.
Consuela las lágrimas de quienes lloramos
por nuestros hermanos muertos,
por los niños, por los ancianos.
Que nadie se evada en su egoísmo
en esta hora que exige generosidad
y amor.
Amén”.
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