Señor mío, Padre de todos: Inclino mi cabeza, me sumerjo en la quietud y silencio de mi cuarto… mi respirar se hace lento y profundo, y entre un millón de pensamientos comienzo contigo mi diálogo por ellos, por los seres a los cuales tengo la dicha de estar escribiéndoles: oro por mis padres.
Sé que muchas veces la ingratitud me ha llevado a ignorarlos, a no demostrarles el amor de hijo que debiera tener por ellos, y a no darles prioridad entre mis actividades diarias… Pero tú más que nadie sabes de este amor que les guardo, de este sentir que como retoño de ellos no puedo ocultarte.
Mi oración es por todos esos momentos en los cuáles sólo ellos han sido capaces de poder levantarme, solventarme, acompañarme en mis triunfos y fracasos, en mis caídas y mis levantadas, en mis momentos de gozo y en mis lágrimas caídas. Podría pasar toda la noche y toda mi corta vida mencionándote todo lo que han hecho por mí, pero sabes a qué quiero llegar: Intento mostrar agradecimiento, sea en mi noche o en mis madrugadas, por todo lo que ellos representan y significan para mí.
Consciente soy que, por más que los años empiecen a dejar marcas y huellas de su paso en mí, para ellos seguiré siendo aquel tierno infante que un día cualquiera vieron nacer y sobre todo, que se alegraron con ello.
No permitas que el orgullo, la vanidad o la vergüenza en el peor de los casos, me hagan ignorar todas las muestras de amor que ellos, tal vez en su ancianidad, traten de demostrarme; pues esa llama amorosa, ese sentir que como padres quieren demostrarme, aún sigue latente.
Por muchos años que pasen, incluso si yo necesitase algún día un bastón, si ellos siguiesen ahí, por muy avejentados que estén, ese amor intrínseco por mí seguiría ahí, latente, y no desaparecería ni siquiera con la muerte misma. ¿Cómo no sentir agradecimiento por ellos? Ayúdame a demostrarlo, Señor.
Permíteme Señor, a comprender de la manera más clara y consciente, que el amor de nuestros padres se asemeja, aunque en una medida diferente, al amor que tú tienes por nosotros. El amor más puro sólo puede venir de ellos, ya que nunca buscarán lastimarnos o dañarnos; sólo quieren lo mejor y nada más. Un amor que sólo aquellos que aún tenemos la dicha de tenerlos aún tenemos la oportunidad de comprender y conocer. Y si por sabia decisión tuya llega el día en que ya no los tengamos a nuestro lado, será porque desde otro contexto ellos nos estarán acompañando, siempre vigilantes de los pasos que sigamos dando todos los días en este insufrible mundo.
Que tu gracia los cubra y dé tranquilidad a nosotros. Amén.
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